HOMBRES EXTRAÑADOS por Frank García-Hernández Qué cerca tenemos el mar y estos campesinos no parecen enterarse del salitre. Son hombres de la tierra que entierran a los suyos en los últimos momentos de la tierra firme, sin llegar todavía a la costa, sin importarles que los turistas tengan la música alta y un animador se ría detrás del micrófono. Dejan cruces blancas como huesos. Y nada más. No hay casi flores. No hay nadie. Si quisieron los humildes hombres hacerme sentir culpable de mi felicidad, se me antoja que lo lograron. Son horas en la serranía de noviembre y hace frío y el cielo se ha nublado. Desperté en los primeros momentos de la mañana, confundiendo el canto de un pájaro con la alarma antirrobo de un auto moderno. Es una vergüenza de la cual otros quizá se alegran si lo viven y se creen modernos. Estos hombres que saben matar cerdos, asarlos, comerlos, tienen perros. Los perros de estos hombres miran desde una extrañeza que no se encuentra en otro lugar vis
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