EN
EL MEJUNJE TODOS SOMOS VIP
“Apenas se está en la
calle, apenas es el recuerdo(…)”.
El Perseguidor. Julio
Cortázar
La tarde del jueves
once de agosto yo intentaba llegar a Santa Clara antes de que anocheciese. El
transporte se demoró y no fue hasta casi las ocho de la noche que pude comenzar
el viaje desde Zulueta que implica pasar por Tahón, Placetas, Falcón y
Manajanabo, es decir, la ruta más larga.
Para las nueve y
media de la noche, ya estaba en el reparto Santa Catalina, inundado de
construcciones marcadas por la estética del modelo socialista de los años
setenta cubanos. Aun tengo tiempo, El
Mejunje comienza a las once, pensé. Cada jueves, los trovadores de la
ciudad, que desde 1997 se encuentran entorno al proyecto La Trovuntivitis, hacen allí su concierto.
Además de los
jueves consagrados a la guitarra, cada día allá tiene una temática diferente.
Los lunes al jazz, los martes a la música tecno, los miércoles al rock, los
viernes a la discoteca, los sábados a la disco gay y el domingo el cabaret de
travestis.
El
Mejunje es un experimento cultural que recuerda las casas tomadas por los okupas en Europa,
devenidos en centros comunitarios y ha logrado sacar gran ventaja a Fábrica de Arte Cubano (F.A.C.), muy
similar al primero, pero en La Habana y con dimensiones y capitales mayores.
Esta última ha terminado derivándose hacia el mercado, imponiendo normas de
ciudadanos de primera y de segunda al establecer una zona VIP y no pocos
precios histéricos.
Hoy, Santa Clara
toda y El Mejunje, son la encarnación
de la utopía cultural cubana, o como dijera Julio Cortázar de los blues de Bessie y Hawkins, “una zona
inimaginable que hubiera sido inútil pensar porque todo pensamiento lo destruía
apenas procuraba cercarlo”.
El
Mejunje, para más puntos a su favor, tiene un gran
mérito en lo que respecta a la organización del movimiento LGTBI en Cuba. La
inclusividad que irradia ha causado que la sociedad santaclareña sea mucho menos machista y
prejuiciosa en este aspecto que la habanera.
Erraticamente, se
ha preferido intentar hacer una multiplicación en la capital del país de Fábrica de Arte, cuando lo que debiese
proliferar es El Mejunje.
Es cierto que
Silverio -el principal promotor del centro cultural santaclareño- es
irrepetible, pero de él solo no dependen las actividades de este lugar como
tampoco lo es de la familia de músicos Alfonso que parecen ser los principales manangers de F.A.C.
Sin embargo, en Alamar,
una barriada dormitorio al este de la capital, se intentó repetir la experiencia
de la Fábrica. Los vecinos, que
habían perdido hasta el último cine que tenían hacía cerca de diez años, lo
agradecieron, pero ven cómo se repiten ciertos precios que no tienen que ver
con la realidad del trabajador cubano.
¿será que Silverio y
su equipo sí conocen a su pueblo y por ello los trata como tal, no como
personas menos importantes o más importantes según su posición económica? En
una sociedad socialista como la cubana todo espacio VIP sobra porque, al menos
en la idea, todos somos VIP.
El consumo del arte
es imprescindible al género humano. Si el proyecto soviético pereció, fue en
esencia por olvidar toda concepción de la subjetividad humana.
Con los precedentes
habaneros de ocio mal repartido, desembocaba yo en la medianoche por la calle Marta
Abreu. Mi error fue creer que ya iba terminando el espectáculo y no confiar en
la voz de Yaíma Orozco que se escuchaba bajando desde el Parque Vidal. Con solo
dos pesos para entrar a El Mejunje y
sin tener que regresar a la bohéme
parisina que nostalgia un personaje de Woody Allen, haría una madrugada
extendida hasta casi el amanecer.
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