¿DÓNDE ESTAMOS EN CASA?
ilustración de Bence Hajdu, tomado de The Red List
por Agnés Heller*
1
Hará unos treinta años
trabé conocimiento con el propietario, de mediana edad, de una pequeña trattoria en el Campo dei Fiori de Roma.
Tras una animada conversación le pedí que me aconsejara sobre la manera más
corta de llegar a la Porta Pia. “Lo siento pero no puedo ayudarla”, contestó,
“a decir verdad nunca en toda mi vida he salido del Campo dei Fiori”. Década y
media después, a bordo de un avión Jumbo en
route a Australia, discutía los acontecimientos políticos entonces de
actualidad con mi vecina de asiento, una mujer de mediana edad. Salió a relucir
que trabajaba que trabajaba para una firma internacional de comercio, que hablaba
cinco idiomas y que poseía tres apartamentos en tres lugares distintos.
Recordando la confesión del propietario de la trattoria le espeté la pregunta obvia “¿Dónde está usted en casa?”.
Ella se reclinó. Y tras una pausa contestó: “Quizá donde vive mi gato”.
Estas dos personas,
aparentemente, viven en mundos aparte. Para la primera, la tierra tiene un
centro. Éste se llama Campo dei Fiori, el lugar en el que nació y espera morir.
Está profundamente comprometido con su monogamia geográfica que le esposa a su
tradición. Su compromiso se extiende desde el pasado remoto, el pasado del Campo,
hasta un futuro más allá del suyo propio, el futuro del Campo. Para la segunda,
la tierra no tiene centro; es geográficamente promiscua, sin pathos. Su paradero le resulta
indiferente. Mi pregunta la sorprendió porque el concepto cargado de “hogar”
(casa) no tenía, aparentemente, ningún significado para ella.
2
El “hogar” parece una de
las pocas constantes de la condición humana; por eso mi vecina de mediana edad
del Jumbo parecía una especie de monstruo cultural. Pero no es un monstruo; es
una persona muy solitaria, el producto final (aunque no el único producto, ni
muchos menos el producto final) de doscientos años de historia moderna.
Como persona
geográficamente monógama, nuestro restaurador del Campo dei Fiori puede
identificar el punto central de su vida: un lugar, un punto geográfico, un
punto en la tierra. Nuestra mujer de mediana edad del Jumbo resultó ser
geográficamente promiscua. Cuando la pregunté por su hogar, no señaló un lugar,
ni a su marido, ni a su hijo, sino a su gato. ¿Qué querría decir al subrayar
“mi gato”? Un gato es distinto de un perro. Un gato no es fiel a su dueña; no
la acompaña en los viajes. Sin embargo, un gato no es geográficamente
promiscuo; hace hogar. En un avión Jumbo una persona geográficamente promiscua
hizo referencia a su “gato” como aquello que hacía su hogar. La frase: “Mi
hogar está donde vive mi gato” no es sólo una deconstrucción del concepto
“hogar” sino que es simultáneamente la manifestación de una profunda nostalgia:
el gato tiene un hogar; yo no tengo un hogar; soy un monstruo. Sin embargo, no
es un monstruo; es una paradoja.
3
Acompañémosla en sus
constantes viajes desde Singapur a Hong Kong, Londres, Estocolmo, New
Hampshire, Tokio, Praga, etc. Se aloja en el mismo hotel Hilton, como el mismo
emparedado de atún en el almuerzo o, si lo desea, come comida china en París y
comida francesa en Hong Kong (…). Nada es extraordinario en las puras relaciones
funcionales; no son como cuartos oscuros, ni tierras extranjeras o bosques
tropicales. No son el sol extranjero (…). No son lugares extranjeros pero
tampoco son hogares.
Mi compañera de viaje no
ha viajado en realidad. Ha permanecido quieta (…). Ella permaneció siempre en
el presente. Siguió siendo ella misma en la medida que se desplazó junto con
todos los tiempos presentes comunes a todos los lugares que visitó.
4
No todos los hogares
precisan de compromiso o responsabilidad. En una ocasión, cuando mi avión
volaba sobre el Mediterráneo, vi debajo de mí el azul del mar extendido entre
los grises contornos de los continentes e islas en las que originaron mis
culturas, y fui atrapada por una fuerte emoción porque sentí que allí había
encontrado mi hogar más profundo, primordial. Fue una experiencia de flotar
libremente, que no me obligaba. Pero los hogares en los que uno realmente vive
y habita, obligan. En el mundo del presente absoluto incluso el canto del
ruiseñor y la sombra del castaño obligan.
¿Dónde estamos en casa?
Cada uno de nosotros en el mundo de nuestro destino autoescogido y compartido.
*Tomado del texto ¿Dónde estamos en casa? Publicado en Una revisión necesaria de la teoría de las
necesidades a modo de compilación de textos de la autora y editado por
Ediciones Paidós en Barcelona, 1996. El mismo se puede encontrar en la
biblioteca del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello. Agnés Heller –Hungría, 1929- fue alumna de György
Luckás siendo este el tutor de su tesis doctoral. Es autora de una obra copiosa
dentro del terreno de la filosofía, la sociología y la teoría política.
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