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Mostrando entradas de mayo, 2016
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NOTAS DE TRABAJO por Tomás Gutiérrez Alea Hay una raza especial de gente con la que tenemos que convivir, con la que tenemos que contar para nuestro disgusto cotidiano, en esto de construir la nueva sociedad. Son los que se creen depositarios únicos del legado revolucionario; los que saben cuál es la moral socialista y han institucionalizado la mediocridad y el provincianismo; los burócratas (con o sin buró); los que conocen el alma del pueblo y hablan de él como si fuera un niño muy prometedor del que se puede esperar mucho, pero hay que conocerlo primero, y nos parece verlos cuando los escuchamos, con el brazo protector por encima de los hombros de ese niño; son los mismos que nos dicen cómo tenemos que vestirnos, y cómo tenemos que pelarnos; ya saben lo que se puede mostrar y lo que no, porque el pueblo no está maduro todavía para conocer toda la verdad; se avergüenza de nuestro atraso y tienen complejo de inferioridad a nivel nacional. La película se propone tambi
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Duda de mi amigo Ramiro “(…)el arte se emancipa de su contexto ritual y apela deliberadamente a la imaginación del hombre”. E. H. Gombrich Duda mi amigo Ramiro de lo vivencial en la producción creadora del arte. Aunque él es un artista de la plástica, el que no se detenga con tiempo en la teoría lo conduce a tales despropósitos. En entrevista de Carlos Manuel Álvarez a Wendy Guerra, este se lamenta de la lentitud en los textos de H. Miller, a lo que ella responde que cuando tenga el sexo que disfrutó Miller y visite New York, podrá comprenderlo, podrá disfrutarlo.   Mi amiga Aimara, quien estuvo no hará muchos meses en New York, me cuenta sus experiencias con determinados judíos que la confundían con una mujer miembro de su pueblo y descubro que en sus lecturas está el escritor que a Carlos Manuel le causa agobio. Quizá Aimara, que es una mujer en la cual lo irreal y lo cierto se difuminan –no confundir con la duda cuestionadora de Eduardo Galeano y Álvaro Jácome-,
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LLUEVE SOBRE EL TECHO DE MI FORTALEZA por Frank García-Hernández Hoy amaneció lloviendo y ello es bueno, al menos para mí. Estos amaneceres me recuerdan la niñez. Si llovía no había escuela, sino había escuela, había juegos o hacía al menos lo que me daba la gana. Quedarse en la casa era un lujo, con mis juguetes, mis colores de pasta y plumones, todos salvados de la   perestroika   y el mercado en ruinas. Además, tenía regalos de creyones traídos por mis tíos de la guerra de Angola y Angola era, dichoso yo, un mapa grande con muchas ciudades, una bandera rojinegra e historias que no siempre me querían contar. En julio de 1988, cuando yo cumplía los seis años y aprendía a leer, mi madre no encontraba qué regalarme. Comenzaba ya lo que después sería casi el infinito. Comenzaba a crecer. En Marianao, ella y mi padrastro –que se llama Fidel y sigue siendo el esposo de mi mamá-, encontraron un castillo plástico de muchas piezas. Estaba empolvado. Iban a cerrar la tien
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LOS COMUNEROS NO DEBEMOS MORIR DE ABURRIMIENTO Viví en Santa Clara en la barriada de Santa Catalina. Desde allí, a través de los ventanales y los balcones, se veía la sede del partido comunista. No son muchas las cuadras que faltan para llegar al centro de la ciudad, el parque Leoncio Vidal, tanto que por la calle donde está –la carretera de Camajuaní- se llega en un minuto a uno de los más peculiares cafés de la ciudad: El Revolución, justo donde el nombre de la arteria cambia por Independencia, con número 313. Un poco más arriba se toman las motonetas que por solo cinco pesos, 25 centavos dólar al cambio actual, llevan al pasajero hasta la Universidad Central de Las Villas, un recorrido de algo más de cinco kilómetros.  Una mañana, mientras desayunaba un pan suave con queso blanco y café con leche, tocó la puerta una mujer joven. Traía un coche de bebé y vendía un apartamento. Por la conversación me enteré que era vecina de los tíos bisabuelos que me acogían
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Decálogo del teatro cubano contemporáneo visto por un aficionado en su butaca Hemos llegado al Mayo Teatral. Casa de las Américas convoca y viene Yuyachkani y La Candelaria , viene Argentina y viene Brasil. Pero ya tuve un Abril Teatral en Santa Clara con Páginas robadas al fuego de Estudio Teatral y la dirección de Joel Saéz, además de una anunciación de lo que venía y se fue en Argos Teatro con Carlos Celdrán y su obra Diez Millones  -que me gustaría decir, cumbre-. Diez Millones con Antigonón de Carlos Díaz y CCPC-El Portazo de Pedrito Franco, podrán conformar la trilogía necesaria para vivir la Cuba contemporánea desde la dramaturgia. Si quisiéramos un quinteto, colocaría a El Ciervo Encantado cuando nos trae Triunfadela y de continuar hacia el decálogo del teatro cubano visto por un aficionado en su butaca, colocaría  Lecciones de cubanosofía , del mismo grupo. Les sumo Si vas a comer espera por Virgilio y Mi socio Manolo , ambas del grupo Hubert D´Blanck
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Pero si siente de la Patria el grito Cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla Fidel Vuelvo a detener mi blog y tuerzo el camino por razones dolorosas. Había pensado dedicar esta entrada a publicar la letra de una canción del rapero y amigo villareño Tito Corona y seguiría la continuación de las crónicas tituladas Hasta más verte, Santa Clara mía , pero ahora me urge escribir otras líneas. Cuando el buque norteamericano Adonia tocó puerto cubano, en quien primero pensé fue en mi tía Patricia. Ella decidió dejar esta Cuba en los ochenta, o se sintió obligada a ello, y respeto sus razones como ella la mía de continuar aquí. La imaginé llegar a La Habana en ese buque, con sus setenta años y sin dolores. Ella y yo somos cubanos. Ella y yo tenemos en común la bandera como también los libros de Martí, Loynaz y Padura. Imaginé a mi tía Patricia viendo a esas mujeres que bailaban la rumba y sobre su cuerpo, el de ellas, en las trusas de baño,
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Sergio, El Mayor y Fina, Amalia Conozco un niño que se me parece mucho al Mayor Ignacio Agramonte [1] . Cuida y quiere a su madre como lo hizo  El Bayardo  con Amalia. Puede parecer edípico,  pero sé que es así. Se me pareció más cuando le hirieron la pierna y ella lo alegraba con un caleidoscopio. Imaginen la habitación de un hospital pediátrico y en ella, un caleidoscopio, piedritas en la luz, digo yo. El niño volvió a caminar, y mucho, pero esa madre sufrió. Hoy me recuerdo de Sergio Vitier y su madre Fina. No veo muchos lazos entre Sergio e Ignacio, pero sí entre Fina y Amalia: sin Cintio y sin hijo. Habrá de dolernos la ida del músico, pero habremos de saber que el dolor de Fina, la poeta Fina, es más grande que el nuestro. Prometí a mis amigos de Santa Clara las primeras entradas a este blog  después del viaje para ellos. Ellos sabrán comprender. [1]  Ahora que escribo Agramonte me los subraya en rojo el  office.  Parece que lo