Pero
si siente de la Patria el grito
Cuando
un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla
Fidel
Vuelvo a detener mi blog y
tuerzo el camino por razones dolorosas. Había pensado dedicar esta entrada a
publicar la letra de una canción del rapero y amigo villareño Tito Corona y seguiría la
continuación de las crónicas tituladas Hasta
más verte, Santa Clara mía, pero ahora me urge escribir otras líneas.
Cuando el buque
norteamericano Adonia tocó puerto
cubano, en quien primero pensé fue en mi tía Patricia. Ella decidió dejar esta Cuba
en los ochenta, o se sintió obligada a ello, y respeto sus razones como ella la
mía de continuar aquí. La imaginé llegar a La Habana en ese buque, con sus
setenta años y sin dolores. Ella y yo somos cubanos. Ella y yo tenemos en común
la bandera como también los libros de Martí, Loynaz y Padura.
Imaginé a mi tía Patricia viendo
a esas mujeres que bailaban la rumba y sobre su cuerpo, el de ellas, en las
trusas de baño, la bandera cubana. Sería su primera impresión al verlas
mientras daría sus primeros pasos en los muelles de La Habana.
Imaginé su dolor como
siento ahora el mío, el de mis amigos, el de Desiderio Navarro y Graziella
Pogolotti. Como siento, incluso, el de Nicolás Guillén. Imaginé el dolor de
ella tocando su tierra por primera vez en años y sintiendo que su bandera la corrompían.
Y yo, desarmado, porque
¿cómo iba a justificar a mi gobierno revolucionario cuando ella lo hiciera
responsable de lo sucedido con la enseña nacional? ¿Cómo lo hiciera si para mi
tía, la bandera sí es suya, es nuestra, pero no es de ella mi gobierno
revolucionario?
Otra pregunta ¿dónde queda
la cubanidad de las bailarinas que creyeron que no mancillaron la bandera con
su actitud? El antimperialismo no es escenografía ni la patria cuerpo de baile.
No me molesta que atraque
el buque Adonia en mi ciudad. Me
hiere que el Ministerio de Turismo de mi país, que representa al proyecto de
nación con que estoy identificado y defiendo como martiano y marxista, haya
permitido que la mambisada se hiera.
Ya Martí lavó a la
estrella solitaria del señuelo anexionista que una vez tuvo la insignia que
trajo Narciso López. Ella no cabe en la maraca que compra el gringo.
Comentarios
Publicar un comentario