El sexo
sirve el café…
Foto tomada del New Yorker, autor Meredyth Jenks
por Josué Veloz
Serrade
¨Mire Doctor creo
haberlo entendido todo: Ni dejar de fumar, ni dejar de jugar, ni dejar de
follar…dejar, tendré que dejar, las relaciones que me aprisionan¨
Miguel Oscar Menassa
Psicoanalista y Poeta
En el bar Capricho de la Habana Vieja me encontré
con unos amigos. Extrañé a mi amigo Frank pues si usted quiere saber de
cualquier bar en la Habana, o dónde se comen los mejores dulcecitos, él siempre
lo sabe. Pero este texto se trata de lo que Frank, yo y los demás hombres de
este siglo no sabemos acerca de la Mujer. En este bar, que forma parte de todos
esos emprendimientos en la Cuba de hoy, ocurren hechos singulares.
Al entrar llaman la
atención varios cuadros de un pintor del cual no pude saber el nombre. En la
imagen oscura de los lienzos aparecen varios sujetos desnudos que cubren su
sexo. Miradas esquivas, cuerpos de perfil: gente que parece salir de las
sombras…o que no quiere salir de ellas. Despojados de las ropas y del cabello,
como una suerte de ruptura con la cultura de estos tiempos: no hay marcas de
ropa…no hay modas del cabello. La atmósfera de estos cuadros evoca el mito de
la creación y lo que ocurre después de comer la fruta prohibida: la relación
sexual sin el permiso de Dios: sin el permiso del Padre.
Después, una amiga que nos
ha invitado a ese lugar pide unas cervezas y varias cosas de comer. La muchacha
que nos atiende en aquel lugar cumple con rigor cada detalle del servicio. El
ciclo del mercado impone una secuencia que aspira a la perfección: usted hace
la orden, la recogen, le traen el pedido, consume y después paga. Un ciclo que
no puede ser interrumpido, no importa quién le sirve ni si usted quisiera
decirle algo…
Otra chica, que al parecer
no trabaja en el lugar ve que ella trae las cervezas y se ofrece a
ayudarla…caprichosamente. Se acerca nerviosa con la bandeja y la pone en el
borde de la mesa. Al no ubicarla de manera firme se cae y rompe una de las
botellas. Un fallido que corta la perfección del ciclo de consumo antes
descrito, una creación del inconsciente.
Por un lado, cuerpos de
hombres desnudos que cubren su sexo: ¿miedo a la castración o temor por el
deseo consumado al entrar en relaciones de mercado? Por el otro, una mujer que
en su acto de romper se resiste a la naturalización de una relación donde la
subjetividad queda silenciada, negada o reprimida.El resultado: una paradoja
donde la normalidad que comienza a imponerse en Cuba con la entrada de la
iniciativa privada es horadada por el acto singular del capricho…o el deseo de
una mujer.
Ella recogió todos los
vidrios del suelo, sin el nerviosismo de antes, con rostro de satisfacción;
como quien acaba de cumplir alguno de sus deseos. Salió fumando un cigarro y
conversaba consigo misma con un café en la mano.Mientras, las luces de la calle
golpeaban los cristales donde mirábamos como perdidos. En busca de algún gato
en los tejados o de una luna a la que aullarle…o gritarle, jugaba con el humo
en el aire… me di cuenta: en este siglo todas las revoluciones vendrán de la
mano de una Mujer.
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