SEPTIEMBRE ROJO
fotografía de Celia María Hart facilitada por la amiga y camarada Ida Garberi
me enterrem com os trotskistas
na cova comum dos idealistas
onde jazem aqueles
que o poder não corrompeu
Paulo Leminsky
Durante años tuve una foto
de Stalin en mi billetera y otra en mi cuarto. Cuando entré a la universidad,
que era el tiempo de las hormonas y los radicalismos extremos, las mayorías se
movían entorno a Trotsky, Bourdieu y Foucault, en contravía de lo que había
sido el estatismo brezhniano de los ochenta y parte de los noventa.
A mí me parecía muy fácil
seguir aquellos gustos políticos y opté, en sentido adolescente, por algo, que
de haber existido un Mayo Francés, fuera la tendencia china, apegada al verbum marxista ortodoxo, pero no
dogmático.
Mi transición a un
pensamiento crítico desde la izquierda y el paso de asumir los crímenes del
georgiano fue lenta. Como no quería replicar los procesos de arrepentimiento
como Eudocio Ravines y Carlos Franqui, la imagen de Iosif Dzhugashvili de mi
casa la fui pintando con colores sicodélicos, a lo Andy Warhol, hasta quedar
una imagen que también podía recordar un trabajo de Roy Lichtenstein.
Recuerdo que una tarde
estaba sentado en las afueras de mi facultad –Filosofía, Historia, Sociología- con
el libro de Lev Davídovich La Revolución
traicionada y se me acercó una muchacha que terminaría en su futuro
mediato, siendo una de las editoras de la revista Temas.
-¿de quién tú eres hijo?,
me preguntó
-¿yo? De mi mamá y papá,
le respondí sin entender la pregunta
-es que solo los hijos de
ciertos personajes tienen acceso a esa literatura
Era cierto. Trotsky era –es-
el perfecto desconocido de la Revolución Rusa. En Cuba la institución enseña
ese proceso eliminándolo de su plan de clases, lo mismo ha hecho con Stalin a
quien, a duras penas, le señala que cometió errores.
De tal forma, la segunda
revolución más importante del mundo –segunda en el aspecto cronológico, nada
más-, después de la burguesa de 1789 en Francia, pasa como una papilla para
bebés.
Hoy es 14 de septiembre,
hará 83 años que en La Habana Sandalio Junco fundara el Partido Bolchevique
Leninista de inspiración trotskista, pocos días después de caído Machado. Este
hombre, que conoció a Andreu Nin y fue amigo de Mella e incluso, despidió su
duelo por la Asociación Nacional de Emigrados de la Revolución Cubana (ANERC)
es un desconocido hoy en la historia de Cuba. Quizá sea, porque es casi una
certeza que su asesinato lo dirigió un comando de los antiguos comunistas pro
Moscú.
Sandalio Junco y sus
militantes, terminaron apoyando a Guiteras, a diferencia del PCC de la época,
que lo tildó de fascista, y tras el surgir de la Joven Cuba se diluyeron en
ella. Al punto que en un inicio, en el monumento de Guiteras y Aponte, irían
los restos del líder trotskista. Pero hoy nadie recuerda el motivo de por qué
tanta afinidad.
Pareciese que septiembre
es un mes rojo. Celia María Hart Santamaría moriría el día siete, en vísperas
de la Virgen de la Caridad. Celia María, amiga ríspida que me dio horas de
polémicas gritadas, fue anticlerical, estoy seguro, pero no me parece que me
desdeñase un par de girasoles como nunca los desdeñó su madre.
Celia fue la muestra de
que una trotskista puede ser tan cubano como Haydeé Santamaría, tan leal a
Fidel como Haydeé Santamaría y tan libre como Haydeé Santamaría.
Algunos pensarán que
terminé moviéndome hacia el trotskismo. Ello sería, por parte de quienes lo
piensan, una falta de instrumentación de la amplitud del pensamiento y de mí, una
metedura de pie. No es tiempo de sectas y no hay que confundir a Trotsky con
los trotskistas, pero sí ser justo con la historia y darle a Sandalio Junco y
Celia María Hart el espacio que merecen: junto a la revolución y la clase
trabajadora cubana.
Nota: en los últimos minutos
de este escrito, se recibió la noticia, honda, de la partida voluntaria, a
donde Haydeé y Raúl Hernández Novás, del poeta Juan Carlos Flores.
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