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Mostrando las entradas etiquetadas como literatura
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Rutina de Dios Dieu a bessoin des Hommes Henri Queffeléc con ilustración de Davide Bonanzi por Frank García-Hernández Se levanta poco antes de las ocho de la mañana, mientras aún se transmite el primer noticiario del día. Casi dormido se prepara el baño con una caldera de agua caliente que después entibia dentro de un cubo plástico. Camina desnudo por la casa, secándose, se detiene dos veces frente al televisor, va a la cocina. Casi siempre hace una tortilla de vegetales, pero el fin de semana fue intenso en fiestas y no compró nada. Hoy la hace de arroz y salsa china, una salsa que no tiene soya y eso le resta calidad. Se moja el dedo con ella para comprobar el sabor y al final de la garganta siente algo de amargor. Afuera el sol está alto, cuando él sale de viaje le gusta estar en la carretera antes de esa hora. Puede ser insano, pero entonces disfruta ver a los demás en la rutina de la cual él se ha librado por un breve instante. Por un breve instante la
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Atrévete a salir -en La Habana- con la muchacha que no lee  por Frank García-Hernández Atrévete a salir en La Habana con una muchacha que no lee. Atrévete a invitarla al Bar Bohemio allá en El Vedado profundo y mientras le expliques que esta zona era antes el reparto Carmelo, ella te dirá que después de un Martini Dirty ya conoce a qué sabe el orine. Toma un taxi con ella hasta La Habana Vieja, invítala al Bianchini para que pruebe una torta Ópera o un París-Brest y te responderá que son muchas calorías para sus veinticuatro años. Paseen por el Prado y cuando lleguen cerca de la casa de Lezama, dirá que le recuerda la tuya atestada de libros y tarecos porque vio los cuadros de Arche en la sala del escritor de Paradiso . Busquen la calle Teniente Rey: ella te subirá a la segunda planta de El Chanchullero y estarán horas besándose mientras te pasa la cerveza fría de su boca a la tuya. Deja esperando a tu amigo el chef, pues en el camino de regreso ella descubrió
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ALMORZAR EN DOBARGANES a la familia Yeras y el pintor Albelay “De plata los delgados cuchillos, los finos tenedores; de plata los platos donde un árbol de plata labrada en la concavidad de sus platas recogía el jugo de los asados; de plata los platos fruteros, de tres bandejas redondas, coronadas por una granada de plata; de plata los jarros de vino amartillados por los trabajadores de la plata; de plata los platos pescaderos con su pargo de plata hinchado sobre un entrelazamiento de algas; de plata los saleros, de plata los cascanueces, de plata los cubiletes, de plata las cucharillas con adornos de iniciales…” Alejo Carpentier Las comidas en Santa Clara eran demoradas en la mesa, no ya por el tiempo de cocción de los platos, sino por la abundancia de los platos, la ceremonia de la familia ante los platos y por el largo masticar de las carnes y las viandas venidas de los platos, acompasado por el tomar despacio de los caldos y frijoles, el triturar de la
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Querer a Senel Arnaldo enteró a todo el mundo de que aquella noche yo me acostaría con una mujer. Así empieza el cuento que descubrí el sábado escrito en los años ochenta por Senel Paz, cuando él aun no era la sinergia entre Diego y David. Se titula, No le digas que la quieres y lo pueden encontrar en la revista Casa de las Américas en el número 142 - enero y febrero de 1984- dedicado a los 25 años. La historia es sencilla, Pedro quiere llevarse a la cama a Vivian y sus amigos lo ayudan en un entorno juvenil, pero crispado por las circunstancias y los juicios personales. Es un cuento alegre que a ratos me hizo recordar a Manuel Cofiño con La última mujer y el próximo combate incluso, me pregunté si lo que estaba leyendo era el efecto de la extensión del Quinquenio Gris y el castigo inmerecido al Chino Heras, aquel destierro a la fundición Vanguardia Socialista por hacer buena literatura comprometida que provocó textos como Acero o Cuestión de principios en los cuales