Atrévete a salir -en La Habana- con la muchacha que no lee 




por Frank García-Hernández


Atrévete a salir en La Habana con una muchacha que no lee. Atrévete a invitarla al Bar Bohemio allá en El Vedado profundo y mientras le expliques que esta zona era antes el reparto Carmelo, ella te dirá que después de un Martini Dirty ya conoce a qué sabe el orine. Toma un taxi con ella hasta La Habana Vieja, invítala al Bianchini para que pruebe una torta Ópera o un París-Brest y te responderá que son muchas calorías para sus veinticuatro años. Paseen por el Prado y cuando lleguen cerca de la casa de Lezama, dirá que le recuerda la tuya atestada de libros y tarecos porque vio los cuadros de Arche en la sala del escritor de Paradiso. Busquen la calle Teniente Rey: ella te subirá a la segunda planta de El Chanchullero y estarán horas besándose mientras te pasa la cerveza fría de su boca a la tuya. Deja esperando a tu amigo el chef, pues en el camino de regreso ella descubrió el Topolly y aunque no sabe nada de la comida iraní, te pedirá que se bajen del taxi, que olvides la cena, y claro que se bajarán. Espérala a las diez de la noche en alguna avenida que atraviesa Playa: dos horas después llegará riendo, para amanecer en Motivos y Razones, un trueque por la otra madrugada en el Café Miramar, cuando se fue rápido porque el celular se le cayó en el baño. Prométele que aprenderás a bailar con tu hermana e irás con ella al Jazz Café, para cuando termine César López el concierto, estar dos horas más bailando salsa grabada. Deja que te presente a esa prima que vino a buscar café para terminar un proyecto de la universidad. Créete que de verdad te ama cuando te lo dice en la esquina del Burner Brothers y tú te vas esa noche para Santa Clara, pensando en ella, y en la prima.  






 Atrévete a salir - en La Habana- con la muchacha que lee
 Atrévete a salir con una muchacha que lee en La Habana y cuando la invites a visitar la dulcería Bianchini, te dirá que ya la conoce, que estuvo por allá al regresar de LASA y que le gusta más la versión de calle Sol, aunque no pierde atractivo aquel de Callejón del Chorro, y además te hará recordar la plástica naif de las bandejas con gaticos, nubes, niñas. Cuéntale que la panza te ha crecido y te responderá que ella va al gimnasio del O2, a la misma hora que Wendy Guerra y escuchan a Vanito mientras hacen ejercicios. Pónganse cita en la biblioteca del Instituto Juan Marinello y saldrá ella con libros de Michel Foucault, Pierre Bourdieu y Slavoj Zizek. Vayan a la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, cada quien con no más de un dólar en el bolsillo, sin saber dónde irán a dormir y estarán toda la noche escuchando bandas sonoras de películas ochenteras, con la misma cerveza caliente para los dos. Tímbrale al teléfono fijo, porque aun no pagó el móvil, aunque ya habrá instalado como tono Yellow Submarine y cántale Locuras de Silvio Rodríguez desde la esquina de Infanta y Cárcel. Ella te susurrará que Esta canción viene en la cara A del disco Días y flores, que en su casa aún guarda el long play del año 1976. Cómprale entradas para el homenaje a Santi Feliú que le harán Carlos Varela, Frank Delgado y Gerardo Alfonso para que después rezongue a favor de Robertico Carcasés, el que, según ella, fue el único que respetó la música desde un modesto piano y se queje de los niños de bien, cuando enciendan celulares en la oscuridad del teatro y no fosforeras. Ve con ella a ver al grupo teatral El Público representando Antigonón y después que aplauda con rabia, confiese no haber tenido en sus manos la tragedia de Antígona, como si la falta le provocara que alguien la excomulgase. Llévatela al cine Chaplin y en la esquina de 23 y 12, antes de entrar a ver el ciclo de Tarkovski, te hará saber que su tesis de diploma es sobre Virgilio Piñera y quiere hacer una misa espiritual para hablar con él. Invítala al Sloopy Joe´s Bar y después de una muy virgen Piña Colada, te dirá que el de guayabera en la otra mesa es Bell Lemus, embajador de Colombia e intelectual de los mejores. Tú la escucharás, con un trago Pecho de Doncella en la mano, pensando, qué haces ahora con la prima de la chica que lee, aquella que no leía.


basado en los textos Salir con chicas que no leen de Charles Warhke y Salir con chicas que leen, de Rosemary Urquico, publicados ambos en la revista colombiana de literatura El Malpensante, en el número 119 de mayo, 2011

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