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Mostrando las entradas etiquetadas como Cuba
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Amanecer sin Fidel. Boceto Por Rafa G. Escalona     Habana, amanecer del 26 de noviembre, 2016/ Ismario Rodríguez Amanece. A las 7:00 am del 26 de noviembre de 2016, El Vedado está manchado por una pátina de gris húmedo y la calma de los despertares. Apenas se ven personas por las calles; en el kilómetro que camino puedo contar con los dedos la cantidad de carros con los que me cruzo. Un sábado temprano en la mañana absolutamente normal, pero uno siente –o cree sentir, o quiere sentir– que hay tensión y solemnidad en todo cuanto ocurre a su alrededor. Han pasado ocho horas y media desde que sucedió. Siete desde que Raúl Castro se parara delante de las cámaras e hiciera la declaración más difícil de su vida. Esa para la que ni él ni nadie –a pesar de repetirnos que sí, que era inevitable, que era cuestión de tiempo, que más tarde o más temprano sucedería– estaba preparado. Fidel Castro ha muerto. Repitámoslo: Fidel Castro ha muerto. No cambia nada; el aire sigue
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Prólogo a la muerte de Fidel Castro    Se ha ido una voz por un momento, pero ahí  está  él,  y estará Raúl Castro Ruz, 6 de agosto de 1960, mientras Fidel recuperaba la voz en el discurso donde se nacionalizaron 26 empresas norteamericanas Horas antes de la muerte de Fidel, Paco Ignacio Taibo II, presentaba en la Casa de las Américas, por primera vez, la hasta entonces casi prohibida en Cuba –por revolucionaria-, biografía de Ernesto Che Guevara, y además, donaba el libro al público presente. Mi abuelo, de 82 años y en silla de ruedas, orinaba coágulos de sangre y llamaba, asustado, al trabajo de mi madre. Una amiga, de visita en La Habana, había logrado cita con el escritor Eduardo –el Chino- Heras León para entrevistarlo y caía rendida por una crisis de migraña. Llegué de noche a la casa y sentado en la cama, le dije a mi madre que los otros tres hechos históricos que marcarían la suerte de Cuba serían la muerte de Fidel, la de Raúl y la caíd
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los muchachos Frank García-Hernández los muchachos vinieron a buscarte, hambreados, rotos, con la piel picada, sin dientes, a este le vaciaron los cuencos de los ojos. Hay dos muchachas, una es loca, y después oigo la voz de un hombre gordo que no será viejo, pero ya estaba en otros años. Ahora es un hombre muy flaco, barbudo, que se pierde. Y uno que no tiene mucho aire, y es el mejor caminante de los muchachos. Todos preguntan por ti. Han pasado años sin verte. Estabas esperándolos en el sillón de mimbre, los comenzaste a esperar desde que no estaban, y sí, ha pasado tiempo, pero no solo te dedicaste a la nostalgia, a mí me enseñaste unas cuantas cosas, por ejemplo, a contar historias y leer poemas. Pero tú no eres poeta. Has soñado con aquellos, los otros, y eran las mañanas donde te despertabas, pedías que la leche la calentaran un poco más y algunos creían que eras triste. Las cejas caídas, nada más. Los muchachos están ahora en el salón, mirándote, tú no lo sabes,
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Chuparse los dedos -¿Alguna vez fue pobre? -Paupérrimo, paupérrimo. Durante épocas aquí pasé momentos muy difíciles, de los cuales nunca fui muy consciente. Entrevista de Héctor Abad Faciolince a Álvaro Mutis Acaba de salir rumbo a su apartamento de Alamar mi amigo Álvaro Jácome. Dice que en este mes quiere ver la película Un día de noviembre -de qué trata, no recuerdo ya… -de un hombre enfermo... La tarda no provee sol y alegría como para hablar de un hombre enfermo y lo que recuerdo es una banda sonora de Leo Brower. La busco en mi disco externo y no encuentro nada de él. En sustitución pongo El Brigadista de Sergio Vitier, y escribo. Álvaro ha venido hoy hasta aquí, mi Instituto Juan Marinello, porque lo invité a almorzar. Aun no lo puedo llevar a El Mediterráneo , aquel restaurante que está en calle 15 entre F y G,  -pleno barrio del Vedado habanero- donde he probado la mejor focaccia de Cuba; claro, tampoco que en Cuba probar una focaccia sea
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SIN EMBARGO, CUBA SE MUEVE por Frank García-Hernández foto de Gabriel Dávalos “(…)esta yunta apretada y agobiante que es el peso de la patria”. Julio Fernández Estrada Tenía cuatro años cuando mi abuelo me llevaba a un pequeño mercado cerca del mar. Al entrar, yo tomaba un carrito metálico y me sentaba dentro. Él tiraba de este mientras paseábamos dentro de los pasillos formados por filas de estantes con latas de conservas a cada lado. El niño que yo fui escogía peras dulces, melocotones en almíbar, mermelada de fresa. Los traían de Albania, la Unión Soviética o Rumanía. En los años ochenta Cuba reía. Hoy ese local sigue existiendo, pero sin carros pequeños ni conservas europeas. El imaginario popular no le cambió el nombre, aun y se dividió entre una bodega donde expenden los productos de la libreta de abastecimiento –subvencionados por el Estado a precios ínfimos: un pan cuesta menos de un centavo dólar americano- y al lado, la venta de alimentos con normas de
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Un grano de poesía sazona un siglo Entrevista in é dita al Indio Nabor í Una entrevista hecha por un adolescente que después de más de quince años decide publicarla en su blog. Retrato de una época, sus contratiempos y ternuras. Un poeta comunista habla en sus últimos años.  por Frank García-Hernández En los comienzos del verano de 1998 el Indio Naborí visitó el preuniversitario Vladímir I. Lenin. Yo había empezado mi décimo grado en él desde septiembre de 1997 y durante ese año lectivo, la escuela invitó a Cintio Vitier, Fina García Marruz y Eusebio Leal. Las aulas especializadas en letras eran invitadas especiales para escuchar sus conferencias. Nos librábamos de la física y la química, y les pedíamos autógrafos en libros que no siempre eran de su autoría. En aquel tiempo del acné, empezaba yo mi camino de poeta. Al saber de la llegada de Naborí, me guardé en la camisa azul uno de mis primeros poemas. Entonces vivía enamorado de una rubia fumadora con ri
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SOLIDARIDAD DESDE LA CALLE Desde hace varios días el Comité de Base de la Unión de Jóvenes Comunistas en el Instituto Cubano de Investigación Cultural (ICIC) “Juan Marinello” viene haciendo gestiones para concretar el envío de ayudas hasta los municipios más afectados por el huracán Matthew en Guantánamo. ¡Nada hay más importante ahora que la solidaridad con nuestros hermanos guantanameros! Ellos, despojados de todo por el evento meteorológico, menos de su fe en el pueblo al que pertenecen, son nuestro foco de atención principal. Nada puede distraernos del deber sustantivo: hacer efectiva y permanente esa solidaridad; volverla fuerza de vida. Por tanto, convocamos a dar, no a donar. La caridad no es revolucionaria. Compartir de forma incondicional con nuestros compatriotas el sustento diario, sí. Hacemos un llamado público para colectar en la sede de nuestra institución (Ave. Boyeros # 63 e/ Bruzón y Lugareño, Plaza de La Revolución, La Habana, Cuba) los aporte
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PURGAR EL DOLOR foto del autor por Frank García-Hernández Estas palabras las comencé a redactar en la noche del sábado primero de octubre. Como tengo mi computadora de escritorio y la laptop rotas, cuando llegué a la casa tomé una grabadora y dejé con mi voz las primeras líneas del texto. Esa noche regresaba a mi casa después de una cena en el barrio periférico de Alamar con todas las angustias disparadas. El parte meteorológico nos dejaba un ciclón Matthew horrendo. Tengo grandes amigos en Santiago de Cuba quienes en noviembre pasado, allá en su ciudad, me hablaban de sus calles como un lugar gris después del huracán Sandy en el año 2012. Yo miraba con los ojos muy abiertos desde la terraza del Hotel Casa Granda y no lo veía. Abajo, en el Parque Céspedes, había luz, mucha y buena luz. La tristeza me consumió al saber que Matthew es dos veces más fuerte. Traté de revivir –imposible- la alegría de mi inocencia infantil. Yo esperaba los ciclones para no ir a la escue
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Katia Bianchini: una mujer con alas muy grandes (Imagen de Alain Gutiérrez / On Cuba)  por Frank García-Hernández A las tres de la tarde ni turistas ni nacionales atraviesan la soleada Plaza de la Catedral de La Habana Vieja. Desde su único campanario, se ve la desembocadura de la antigua Zanja Real, hoy en un seco Callejón del Chorro, donde se reacomodan nuevos restaurantes y cafés, y solo una Cruz de Santiago recuerda aquellas épocas de manantiales lacustres. En el callejón, Katia Bianchini, suiza de nacimiento, ha establecido una dulcería-croisantería que tiene por nombre su apellido paterno. Ella forma parte de los nuevos pequeños y medianos empresarios privados que ya forman parte de un considerable sector de la economía nacional y con quienes desde 1968 el proyecto socialista caribeño no contaba. Desde su venida al mundo ha estado marcada por Cuba: fue un trece de agosto de 1959 en medio de una tormenta -me cuenta- el mismo día del cumpleaños de Fidel Cast