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Mostrando las entradas etiquetadas como crónicas
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Prólogo a la muerte de Fidel Castro    Se ha ido una voz por un momento, pero ahí  está  él,  y estará Raúl Castro Ruz, 6 de agosto de 1960, mientras Fidel recuperaba la voz en el discurso donde se nacionalizaron 26 empresas norteamericanas Horas antes de la muerte de Fidel, Paco Ignacio Taibo II, presentaba en la Casa de las Américas, por primera vez, la hasta entonces casi prohibida en Cuba –por revolucionaria-, biografía de Ernesto Che Guevara, y además, donaba el libro al público presente. Mi abuelo, de 82 años y en silla de ruedas, orinaba coágulos de sangre y llamaba, asustado, al trabajo de mi madre. Una amiga, de visita en La Habana, había logrado cita con el escritor Eduardo –el Chino- Heras León para entrevistarlo y caía rendida por una crisis de migraña. Llegué de noche a la casa y sentado en la cama, le dije a mi madre que los otros tres hechos históricos que marcarían la suerte de Cuba serían la muerte de Fidel, la de Raúl y la caíd
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Chuparse los dedos -¿Alguna vez fue pobre? -Paupérrimo, paupérrimo. Durante épocas aquí pasé momentos muy difíciles, de los cuales nunca fui muy consciente. Entrevista de Héctor Abad Faciolince a Álvaro Mutis Acaba de salir rumbo a su apartamento de Alamar mi amigo Álvaro Jácome. Dice que en este mes quiere ver la película Un día de noviembre -de qué trata, no recuerdo ya… -de un hombre enfermo... La tarda no provee sol y alegría como para hablar de un hombre enfermo y lo que recuerdo es una banda sonora de Leo Brower. La busco en mi disco externo y no encuentro nada de él. En sustitución pongo El Brigadista de Sergio Vitier, y escribo. Álvaro ha venido hoy hasta aquí, mi Instituto Juan Marinello, porque lo invité a almorzar. Aun no lo puedo llevar a El Mediterráneo , aquel restaurante que está en calle 15 entre F y G,  -pleno barrio del Vedado habanero- donde he probado la mejor focaccia de Cuba; claro, tampoco que en Cuba probar una focaccia sea
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Conclusión treintañera por Frank García-Hernández al primer 10 de octubre con Pablo en otra parte Desde la comunidad primitiva al consumismo desenfrenado; desde los milenaristas a los millenials ; desde los hippies a los hipsters , el ser humano ha dicho hasta aquí, ya no más, ahora sí, ahora no. Y mañana despierta creyendo que lo ha logrado, que sí pudo. Pero al otro día amanece y se ve en el espejo y cuando levanta la mano izquierda, el hombre que está en el cristal, levanta la derecha. En una semana será feliz durante el amanecer, hambriento al mediodía, cansado a la noche. Pasa un mes y lo que pudo ser, se vuelve cotidianidad ser. Al mes, el hombre y la mujer conocen el tedio. Al año serán padres. Los hijos le dirán: hasta aquí, ya no más; ahora sí, ahora no. foto: Gabriel Guerra Bianchini
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HOMBRES EXTRAÑADOS por Frank García-Hernández Qué cerca tenemos el mar y estos campesinos no parecen enterarse del salitre. Son hombres de la tierra que entierran a los suyos en los últimos momentos de la tierra firme, sin llegar todavía a la costa, sin importarles que los turistas tengan la música alta y un animador se ría detrás del micrófono. Dejan cruces blancas como huesos. Y nada más. No hay casi flores. No hay nadie. Si quisieron los humildes hombres hacerme sentir culpable de mi felicidad, se me antoja que lo lograron. Son horas en la serranía de noviembre y hace frío y el cielo se ha nublado. Desperté en los primeros momentos de la mañana, confundiendo el canto de un pájaro con la alarma antirrobo de un auto moderno. Es una vergüenza de la cual otros quizá se alegran si lo viven y se creen modernos. Estos hombres que saben matar cerdos, asarlos, comerlos, tienen perros. Los perros de estos hombres miran desde una extrañeza que no se encuentra en otro lugar vis
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LA VERGÜENZA DE JOTAMARIO VIAMONTE   por Frank García-Hernández Jotamario Viamonte  esperó a que llegaran sus invitados hasta las ocho de la noche del trece de agosto, cuando decidió llamar a La Habana para saber qué había sucedido con aquellos infelices. Me había conocido en noviembre pasado, allá en la Universidad de Oriente. Fue de los que nos recibieron el primer día y lo recuerdo repartiendo unas toallas amarillas, como el color de la Virgen de la Caridad, a la cual después él me ayudaría a visitar en el santuario. Cuando el italiano Stéfano decidió quedarse en Santiago y seguir de visita por las otras ciudades de la región, lo recibió en su casa de Bayamo y ahora en agosto, en su casa de Bayamo, pensaba no solo recibirme, sino a una pareja de amigos villareños y un primo mío, que viajarían conmigo rumbo a Birán por el cumpleaños noventa de Fidel.    Ese antojo yo lo venía preparando desde hacía meses y lo vi más concreto cuando en junio, en Santa Clara, ani
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ALMORZAR EN DOBARGANES a la familia Yeras y el pintor Albelay “De plata los delgados cuchillos, los finos tenedores; de plata los platos donde un árbol de plata labrada en la concavidad de sus platas recogía el jugo de los asados; de plata los platos fruteros, de tres bandejas redondas, coronadas por una granada de plata; de plata los jarros de vino amartillados por los trabajadores de la plata; de plata los platos pescaderos con su pargo de plata hinchado sobre un entrelazamiento de algas; de plata los saleros, de plata los cascanueces, de plata los cubiletes, de plata las cucharillas con adornos de iniciales…” Alejo Carpentier Las comidas en Santa Clara eran demoradas en la mesa, no ya por el tiempo de cocción de los platos, sino por la abundancia de los platos, la ceremonia de la familia ante los platos y por el largo masticar de las carnes y las viandas venidas de los platos, acompasado por el tomar despacio de los caldos y frijoles, el triturar de la
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LUCES EN LA CALLE MERCADERES                                foto de Gabriel Guerra Bianchini por Frank García-Hernández Habían dispuesto para nosotros solos el cinematógrafo: una pequeña sala en La Habana Vieja, dejada caer en la calle Mercaderes. Íbamos tan alegres que gastamos veinte dólares solo en maripositas chinas y salsa agridulce, para reírnos sin decir nada. La acomodadora no nos molestó y creo que no lo hubiera hecho, sino fuera por alguna vocación de voyeur reprimida a los cerca de sus sesenta años. Mentimos explicando que en el aula de la universidad nos recomendaron la película y sacamos del marasmo al proyeccionista, que también nos espiaba en su lujuria contenida desde la ventanilla del local. Nunca supimos los nombres de los actores, ni de los personajes. A duras penas recuerdo la trama de un hermano menor que llegaba a una casa de campo, quizá en New Orleans, para después morir en un accidente de tráfico, versión que seguro ella negaría si lee este recu
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LA MALA DECISIÓN por Frank García-Hernández La tarde del primer sábado de julio estaba acostado en los portales de una tienda de víveres en el Escambray cienfueguero. A menos de un abrazo, sobre el cemento frío, una muchacha rubia de veinte años sudaba todos los grados de calor que podía compilar esa tarde de verano. Un pantalón recortado hasta la entrada de la nalga era la sofocación de los campesinos del caserío.  Los dos nos reíamos de los hombres que nos miraban comiendo carne de cerdo asada, con la mochila por almohada y hablando de un improbable ménage a trois . Ella se lamentaba de haber gastado tanto dinero en subir a El Nicho y trataba, ya sin muchas fuerzas, de que yo la siguiese rumbo a Santiago de Cuba, Baracoa, Varadero y algún día, regresar a La Habana.  Había aparecido en una esquina de Santa Clara y se subía a un muro pequeño para hablar conmigo y no tener que subir los ojos. Como a mí, le gustaba el Miguel Torres, Hayao Miyazaki y escuchar jazz. Creo qu
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CUMPLIRLE A CUBA por Frank García-Hernández Virgen de la Caridad Patrona de los cubanos, Con el machete en la mano Pedimos la libertad Copla mambisa con fotografía de Gabriel Guerra, serie Habana Elegante   En la foto se ven ocho infieles, pero éramos diez. Es el Santuario Nacional de El Cobre. De derecha a izquierda estamos Gabriel, mexicano con estampa de un Trotsky morocho; su novia Carla, que con muchos deseos de encontrar alguna semejanza, la podemos comparar con Frida Kahlo; Ángela, la clásica trigueña espirituana; su amiga Daymé, la mulata que encarna la deidad de Oshún en la tierra; el pinareño Josué devoto a los  orishas  y a Lacan en partes iguales; Fidel, que no Castro, novio de Eva –ella está tras la cámara junto a Yasmín-; la  fraulien  Constanze, heredera del apellido von Oppeln-Bronikovski y sus implicaciones calvinista. Y yo, con una vela amarilla en la mano, anunciando mi sincretismo cubano, junto a una gastritis que intentaré exp
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Valor humano en la intelectualidad  por Lisdanys Alfonso Rivas* Para Fernando Martínez Heredia la honestidad intelectual constituye el atributo principal para ser un investigador de excelencia. Quizás nunca lo hubiese conocido. Aunque lo imaginaba tan ilustre y eminente-como lo suele ser-, acercarme a sus dotes de maestro intelectual me resultaba un deseo inalcanzable. O eso creí al principio. Pero la vida es una vorágine de posibilidades... Apenas llegar al Instituto Juan Marinello para que un soplo de alegría suyo me dibujara el rostro, como si el transcurso del largo tiempo de conocernos desfilara fugaz en aquel encuentro. Comprendí entonces que Fernando Martínez Heredia no era ilustre por excelente intelectual consagrado a su profesión, sino por su capacidad para imponerse más como ser humano.  Había recibido el Premio Nacional de Investigación Cultural 2015 por su relevante actividad de mérito dentro de las ciencias sociales y la cultura . Y cómo no, si ya s
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DÉCIMAS con dibujo de José Martí Yo debía tener unos nueve años, la primera vez que le pedí a mi papá que me enseñara a tocar la guitarra. Estábamos, y esto lo recuerdo bien, en el cumpleaños de su abuela, una viejita regordeta a la que no creo haber hablado jamás, y mi papá acababa de cantarle unas décimas que terminaban: ciento diez, Adoración, porque todo el mundo estaba seguro de que Mama llegaría a esa edad. Lo cierto es que no lo hizo. Y lo cierto es que yo, con nueve años, no pensaba demasiado en la muerte. Yo quería aprender a tocar la guitarra y, por un breve tiempo —días, quizás—, quise también aprender a hacer décimas. Está bien, dijo mi papá en medio de la fiesta, ven conmigo. Me llevó a uno de los cuartos de la casa y se sentó en la cama. Voy a hacer un sonido y deberás repetirlo exactamente igual. No, así no, escucha bien. Otra vez, escúchame. No. No. Nada, no tienes oído musical, hija. No hay caso. Y recuerdo que lloré, solo un poco, pero lloré, hast