Valor humano en la intelectualidad 


por Lisdanys Alfonso Rivas*



Para Fernando Martínez Heredia la honestidad intelectual constituye el atributo principal para ser un investigador de excelencia.



Quizás nunca lo hubiese conocido. Aunque lo imaginaba tan ilustre y eminente-como lo suele ser-, acercarme a sus dotes de maestro intelectual me resultaba un deseo inalcanzable. O eso creí al principio. Pero la vida es una vorágine de posibilidades...
Apenas llegar al Instituto Juan Marinello para que un soplo de alegría suyo me dibujara el rostro, como si el transcurso del largo tiempo de conocernos desfilara fugaz en aquel encuentro. Comprendí entonces que Fernando Martínez Heredia no era ilustre por excelente intelectual consagrado a su profesión, sino por su capacidad para imponerse más como ser humano. 
Había recibido el Premio Nacional de Investigación Cultural 2015 por su relevante actividad de mérito dentro de las ciencias sociales y la cultura. Y cómo no, si ya son cincuenta años de estudio…
Pero a pesar de que el reconocimiento le fuera merecidamente entregado, no podía contraer el impulso por sentir un orgullo tremendo.
Mas bastó solo la espontaneidad de su carácter para descubrir a un  Martínez Heredia de sencillez a plenitud y humildad profunda. Un hombre que aprendió de Martí que todas las glorias del mundo caben en un grano de maíz, que agradece todos los galardones recibidos, pero que no logra acostumbrarse a ellos.
Que me den este premio me acerca un poco a algo de lo que yo siempre he sido un fiel admirador: el arte. - decía mientras lanzaba un suspiro de alivio, por mantenerse, aún así, unido a la cultura desde otro ángulo- Si no lo puedo producir al menos lo investigo.
Mientras la tarde escapaba a galope, las realidades sociales y culturales contemporáneas protagonizaban los temas principales de nuestra conversación, y entre problemáticas de juventud y tecnologías, descubría un hondo sentido de lo humano que prácticamente había nacido con él.
 ¡Uno debe dedicar su tiempo a lo que hace y sabe útil, y sacrificarse si de verdad está comprometido con el mundo en que vive y la sociedad que lo formó! – repetía eufóricamente cada vez que volvíamos al tema de la realidad de nuestro país.
A poco más de las seis, no importaba siquiera que todos se hubieran marchado, ni que la entrevista consumiera el tiempo pactado. Me absorbía el interés por tanta riqueza espiritual dentro de una persona, más allá de la fortaleza de su intelecto. Quizás por eso le pregunté de qué no podía prescindir un investigador ante su labor como profeta intelectual de la cultura cubana, a lo que Fernando respondió:
Tiene que ser humilde y honesto,  –estaba dibujándose, mas él no lo sabía- alguien vanidoso y prepotente, que no admite una opinión diferente a la propia, perdería la posibilidad de beneficiarse con el intercambio, pues está cerrado en él solamente. Hay que tener también, dentro de lo posible, originalidad.
Me marché con la nostalgia de quien se aleja sabiendo que debe algo. Estuve sentada frente a un hombre lleno de historia y no pude ofrecerle más que suspiros devotos. Y aunque volví a la siguiente semana para verle recoger su premio todavía sentí -como siento ahora- que le sigo debiendo.


*Lisdanys Alfonso Rivas es poeta y estudiante de periodismo. Desde mañana jueves redactará la sección de reseña de libros en este blog.

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